Si dejáramos de andar con máscaras, para andar desnudos, encontraríamos quien nos abrigue el alma que se muere de frío. Si nos permitiéramos llorar cuando duele, reír cuando nos encanta, enojarnos ante lo injusto, y accionar para cambiarlo, no estuviéramos tan vacíos.
Aprendimos bien a ser quien no somos, y de mala manera hemos olvidado quien realmente fuimos creados para ser. Nos han hecho creer que sentir es de débiles, y que la insensibilidad es el arma del más fuerte. ¡Que error!
Creemos que escondernos detrás de ropas de marcas, casas y carros lujosos, muchos ‘likes’, y un cuerpo esbelto se encuentra el valor de nuestro ser; pero es justo ahí, en ese depreciación de valor que nos hemos dado, donde nos encontramos con la aceptación y apropiación de una crisis emocional e interna, y circulo vicioso de aparentar, para ser amados, o validados.
La autenticidad se ha vendido a un precio bajo, donde las copias copias han incrementado su valor. ¿Qué nos pasa? ¿Por qué preferimos pretender felicidad en vez de serlo? ¿Por qué andamos prostituyendo el cuerpo, y tirando al abismo el alma?
Si bien es cierto que debemos canalizar nuestras emociones para que éstas no controlen nuestras decisiones; también es cierto que debemos aprender a permitirnos sentir cada una de ellas, permitirles manifestarse y aceptarlas. Solo porque hallamos aprendido a disfrazar las emociones con razonamientos, lujos, pretensiones, aplausos, o cualquier tipo de máscaras, no quiere decir que ganamos o somos fuertes. Porque todas las emociones son corrientes de aguas que aunque quizás no se derraman hacia afuera, crean huracanes por dentro; y éstas son detonadas, y en ocasiones manifestadas en formas de depresión, adicciones, comportamientos inadecuados, promiscuidad, hostilidad, engaño, abuso, desórdenes mentales, entre otras cosas.
Si tomáramos mas tiempo para procesar nuestros procesos, canalizar las emociones-expresarlas, vivirlas, aceptarlas, y soltarlas- la vida fuera diferente. Experimentaríamos el verdadero amor-ese que ve tu oscuridad y te ama más allá de ella, porque conoce sus propias oscuridades. Ese amor que sana las heridas, mientras abraza. Ese amor que perdona porque sabe que también ha sido perdonado. Ese amor que no se ausenta ante el dolor, ni las tempestades, sino que no solo llega, pero tambien se queda permaneciendo tierno, constante y consciente hasta el final.
Si pudiéramos pausar antes de consumar y conocer realmente el alma, quizás nos ahorraríamos peso para el viaje de la vida, y cargaríamos menos equipajes rotos. Si pudiéramos pausar, usar menos máscaras, no disfrazar el alma de lo que anhela-pero no se atreve a decir y vivir-, quizás creeríamos menos que el amor es un enemigo, y un embustero. Porque una cama calienta por una noche el silencio, pero no las voces, ni deseos eternos que el alma grita a solas. Porque se arrugan las ganas, pero el amor no.
Porque solo cuando conocemos, trabajamos y aceptamos quienes somos podemos brindar lo que buscamos. Porque si no lo hacemos, aunque lleguemos a recibirlo, no sabremos administrarlo. Porque el miedo a que conozcan nuestros miedos, y nos abandonen, construyen murallas que luego desmoronan los ladrillos que en nombre del amor se pudieron levantar.
Porque el camino hacia dentro es más largo que hacia afuera. Porque llegar al lugar donde te esperas, te desnudas, te cuidas, te amas, te transformas y te respetas, te encontrará ahí mismo el amor que esperas. Porque todos estamos programados para conexión, pero solo algunos alcanzan su máxima expresión, que es amar sin reservas.
Yamelly Pena